Explorando la Sincronía: Ciencias del Comportamiento e Inteligencia Artificial

En el crisol de la evolución tecnológica, la inteligencia artificial (IA) ha emergido como una fuerza transformadora, redefiniendo la forma en que interactuamos con el mundo que nos rodea. En este viaje hacia la automatización y la optimización, la convergencia entre las ciencias del comportamiento y la inteligencia artificial ha demostrado ser una simbiosis fascinante y compleja.

Entendiendo las Ciencias del Comportamiento

Las ciencias del comportamiento, en su esencia, buscan comprender y explicar por qué las personas actúan de ciertas maneras. Estas disciplinas abarcan la psicología, la sociología, la antropología y otras áreas que desentrañan las complejidades de la mente humana y la dinámica social. La riqueza de datos recopilada por estas disciplinas ha proporcionado un terreno fértil para la integración con la inteligencia artificial.

La Intersección: IA y Ciencias del Comportamiento

La inteligencia artificial, impulsada por algoritmos complejos y aprendizaje automático, tiene la capacidad de analizar grandes conjuntos de datos de comportamiento humano. Esta capacidad se ha vuelto invaluable en la personalización de experiencias, desde recomendaciones de productos hasta interfaces de usuario adaptativas. La IA, en este sentido, actúa como un amplificador, transformando datos brutos en patrones significativos que revelan las preferencias y comportamientos de las personas.

En el ámbito de la psicología, la inteligencia artificial ha encontrado aplicaciones en el diagnóstico y tratamiento de trastornos mentales. Los algoritmos pueden analizar patrones de habla, escritura y comportamiento en línea para identificar signos tempranos de problemas de salud mental. Esta sinergia entre la psicología y la inteligencia artificial está allanando el camino para intervenciones más efectivas y personalizadas.

Desafíos Éticos y Consideraciones

Sin embargo, esta alianza entre ciencias del comportamiento e inteligencia artificial no está exento de desafíos éticos. La recopilación masiva de datos comportamentales plantea preocupaciones sobre la privacidad y la seguridad. La toma de decisiones algorítmica también puede perpetuar sesgos inherentes en los datos de entrenamiento, exacerbando las disparidades sociales existentes.

Además, la simplificación de la complejidad humana en algoritmos puede llevar a una visión reduccionista de la condición humana, ignorando matices y contextos que solo la comprensión humana completa puede capturar. Es crucial abordar estos desafíos para garantizar que la inteligencia artificial y las ciencias del comportamiento avancen de manera ética y beneficiosa para todos.

El Futuro de la Colaboración

A medida que la tecnología evoluciona, la colaboración entre las ciencias del comportamiento y la inteligencia artificial promete avances revolucionarios. La personalización de servicios, la detección temprana de problemas de salud mental y la mejora de la toma de decisiones son solo el comienzo. La clave radica en abordar los desafíos éticos con rigor y asegurar que esta simbiosis beneficie a la sociedad en su conjunto.

En última instancia, la relación entre las ciencias del comportamiento y la inteligencia artificial es una narrativa en evolución, donde la interdisciplinariedad y la ética se entrelazan para dar forma a un futuro donde la tecnología no solo comprenda nuestras acciones, sino que también respete la riqueza de nuestra complejidad humana.

La unión de la Inteligencia Artificial y las Ciencias del Comportamiento: ¿Qué podemos aprender?

Desde el momento en que los seres humanos comenzamos a existir, hemos estado fascinados por el comportamiento de nuestra especie y la forma en que los Homines sapientes interactuamos entre nosotros. Psicólogos, sociólogos, antropólogos y otros profesionales de las Ciencias Sociales, han estudiado el comportamiento humano, desde las teorías del aprendizaje pasando por la psicología cognitiva y la psicología social. En los últimos años, ha surgido una nueva disciplina que ha transformado la forma en que entendemos el comportamiento humano: la inteligencia artificial (IA).

La inteligencia artificial, ha sido una de las áreas de investigación más emocionantes y de más rápido crecimiento en la última década. Por medio del uso de algoritmos y técnicas de aprendizaje automático, la IA ha sido capaz de resolver problemas y tomar decisiones de una manera que antes solo era posible para los seres humanos. Pero, ¿qué tiene que ver la IA con las Ciencias del Comportamiento?

En términos simples, la Inteligencia Artificial es la capacidad de las máquinas para realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana por la complejidad de variables que entran en juego. Pero ¿cómo se relaciona esto con las Ciencias del Comportamiento? La respuesta radica en el hecho de que gran parte de nuestro comportamiento es impulsado por patrones y tendencias. Al estudiar y comprender estos patrones y tendencias, los psicólogos y otros profesionales de las Ciencias del Comportamiento han sido capaces de predecir y explicar cómo las personas se comportan en una variedad de situaciones.

Por ejemplo, la psicología social ha demostrado que el comportamiento de una persona está influenciado por la forma en que otros se comportan a su alrededor. Este fenómeno se conoce como «efecto de la norma social» y puede tener un impacto significativo en la forma en que las personas toman decisiones y se comportan en diferentes situaciones. La Inteligencia Artificial puede ser utilizada para modelar estos patrones de comportamiento y utilizarlos para tratar de predecir cómo una persona se comportará en una situación dada.

Otra área en la que las Ciencias del Comportamiento y la Inteligencia Artificial se complementan entre sí es en el campo de la psicología cognitiva. La psicología cognitiva se centra en la forma en que las personas procesamos la información, tomamos decisiones y resolvemos problemas. Al utilizar técnicas de aprendizaje automático, la inteligencia artificial puede ayudar a los investigadores a modelar el proceso cognitivo y comprender mejor cómo las personas procesamos esa información en nuestros cerebros.

Además, la Inteligencia Artificial puede ser utilizada para crear simulaciones y modelos de comportamiento humano, por lo cual sus desarrollos también puede aplicar en campos como la economía y las finanzas. Estos modelos pueden ser utilizados para predecir cómo las personas nos comportaremos en diferentes situaciones, lo que puede ser útil para la arquitectura de decisiones informadas y políticas públicas en los Estados modernos.

En conclusión, la Inteligencia Artificial y las Ciencias del Comportamiento son dos campos transdisciplinarios que convergen a partir de las Ciencias Cognitivas. La Inteligencia Artificial permite a los profesionales de las Ciencias del Comportamiento analizar grandes cantidades de datos y modelar el comportamiento humano de maneras más precisas y detalladas que nunca antes. A su vez, las Ciencias del Comportamiento aportan un marco metodológico sólido para entender la complejidad de nuestro comportamiento humano, guiando el desarrollo de algoritmos cada vez más efectivos y manteniendo en el horizonte los principios éticos que regulen estos avances.

Maltrato animal y factores de protección para evitarlo

En esta temporada de entrevistas sobre comportamiento animal, conversamos con Julio César Aguirre Ramírez, Médico Veterinario Forense y Decano de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Corporación Universitaria Remington, acerca de la labor de los veterinarios forenses, del comportamiento de los animales, de los delitos más comunes contra los animales, el perfil psicológico del maltratador animal y los factores protectores que procuran evitar este comportamiento violento.

“Somos una especie animal más”

Aunque para algunos seres humanos sea difícil de comprender y aceptar, numerosos estudios han avalado la idea de que los animales tienen la capacidad de experimentar emociones como dolor, miedo o alegría, sentimientos vitales para la supervivencia. 

Para nuestro invitado, la dificultad en aceptar esta premisa radica en que  “hemos arraigado un concepto, que es el asunto del instinto y ese significante de instinto está, tal vez, de manera semántica conectado con lo no racional, con lo automático” y en ese sentido consideramos que los animales no son racionales y actúan de manera automática. Es decir, que tienen comportamientos sin ser conscientes de su respuesta. Sin embargo para el médico Aguirre “esto es algo completamente contrario a la real naturaleza de los animales, especialmente de los animales que se asemejan a nosotros en el sistema nervioso” como los perros, los gatos o los caballos que, en últimas, tienen sensaciones muy similares a las del animal humano. 

El decano explica que los seres humanos somos tan similares a los animales, que se existen modelos neuroendocrinos estudiados en animales para trasladar esa información a asuntos analógicos en humanos. “Somos una especie animal más”, concluye. 

Gravedad de delitos 

Julio Aguirre afirma que de los diferentes delitos que sufren los animale, la medicina veterinaria forense clasifica en dos categorías la gravedad de éstos. Por un lado, está la gravedad individual, es decir, el animal como víctima. Para este tipo de delitos la norma habla de un menoscabo grave, que usualmente se lleva al campo físico pues es fácil de observar la lesión. Por otro lado, se encuentran los animales silvestres en estado de cautiverio, para ellos nos explica Aguirre, en este tipo de situaciones el daño es un asunto emocional aunque el “animal se vea aparentemente bien es emocionalmente grave”. 

En estos dos casos la gravedad individual debe ser observada por especialistas en comportamiento animal, quienes podrán determinar en la individualidad de cada caso, cómo está siendo afectada la integridad física y emocional del animal. 

El veterinario Aguirre nos comenta también que el delito más común en Colombia en contra de los animales es el delito de omisión o negligencia, el cual es determinado por el código penal, como el no proveer al animal las posibilidades para su adecuado bienestar. Explica que la omisión se refiere a acciones como no ofrecer el alimento adecuado, no vacunar al animal o no sacarlo para que realice el ejercicio físico necesario para prevenir enfermedades. Y aunque este delito es el más común, no es el más visible. El decano de la Uniremington manifiesta que los delitos más visibles mediáticamente son los “maltratos físicos, donde hay golpes, donde hay amputaciones, donde hay sangre”. 

Antropomorfización, otro tipo de maltrato

Según la RAE, la antropomorfización se refiere a conceder forma o cualidades humanas a una cosa o a un ser sobrenatural. En este caso, sin embargo no son cosas ni seres sobrenaturales, sino totalmente naturales: los animales. ¿Estas prácticas pueden considerarse maltrato hacia los animales?

Aguirre Ramirez manifiesta que estas prácticas pueden ser una forma de maltrato. Y nos cuenta que desde hace más de quince mil años se han intervenido los procesos reproductivos de los perros, en particular, con fines de modificación estética. Hoy muchos animales de compañía tienden a tener características pedomorficas, es decir que conservan características similares a las de su fase infantil durante toda su vida, «habiendo aquí unas alteraciones que atentan contra el bienestar del animal”.

Adicionalmente nos cuenta que “hay animales de raza que sufren en vida las consecuencias de una incorrecta selección genética, en asuntos de resistencia a enfermedades, en asuntos de salud dermatológica y en casos de salud mental”. Manifiesta además que “hay un maltrato por esa necesidad de hacer de los animales algo que no son”.

Diferencias y similitudes

El desarrollo neocortical que tenemos los seres humanos y los animales, sobre todo los domesticados y de compañía, permite que ambas especies nos podamos conectar en asuntos emocionales, gestuales y de comunicación no verbal.  Aunque Aguirre finalmente apunta a que el lenguaje es una característica fundamental que nos diferencia de otros animales como los primates. «Somos tan parecidos que asusta pero tan diferentes que es claro que debemos entender esa individualidad», finaliza diciendo Julio Aguirre.

Vea la entrevista completa aquí en nuestro canal de YouTube:

¿Para qué las Ciencias del Comportamiento?

dreamy asian boy embracing yorkshire terrier on sports ground

Por: Carlos Andrés Naranjo Sierra*
Antes de adentrarnos en tan sesuda pregunta que titula este texto, considero conveniente resolver otra inquietud, que nos asalta a los psicólogos desde hace más de un siglo: ¿Debemos centrarnos en el estudio del comportamiento, o del pensamiento, o de las emociones? Y además, ¿estudiar la mente es lo mismo que estudiar el cerebro? Varios colegas han tratado de zanjar estas importantes cuestiones para darle un punto de partida al estudio del alma humana, la psique.

Pero la verdad es que la respuesta no es simple. El reconocido y famoso historiador israelí Yuval Nohal Harari dedica varios apartes en sus textos a hablar de la importancia de definir si hay algo en el concepto de mente que esté por fuera del concepto de cerebro. Si no es así, la psicología, la psiquiatría y la neurología tendrían el mismo objeto de estudio, es decir, el cerebro. Tampoco es fácil definir si somos lo que sentimos, lo que pensamos o lo que actuamos, más allá del principio integrador humanista de ser, pensar y actuar.

Entonces, ¿por qué enfocarnos en el actuar, es decir, en el comportamiento? La respuesta se inicia en que parece ser allí donde podemos establecer, al menos inicialmente, un diálogo más fluido entre diferentes campos del conocimiento. como la psicología, la economía, la inteligencia artificial, la etología y hasta las políticas públicas o la publicidad. Son los hechos y sus consecuencias lo que nos permiten establecer unos principios básicos sobre los cuales discutir y plantear hipótesis que integren el diálogo de saberes que llamamos Ciencias del Comportamiento.

¿Es este punto de vista, basado en el comportamiento, desde la mirada positivista, único y definitivo? Seguro que no:  en ciencia, por principio, no tenemos nada definitivo. Como nos lo recuerda el brillante filósofo y epistemólogo austriaco Karl Popper, en ciencia no hay verdades, solo verosimilitudes, es decir, teorías parecidas a la verdad que deben someterse constantemente a comprobación, o para ser más exactos, a falsación. Así que desde este puerto partimos los primates humanos a mitad del siglo XVIII, navegando con la idea de comprender el mundo en la nave de la razón.

Hoy la Ciencias del Comportamiento se han entrometido en casi todos los campos del saber animal y humano, si es que no son la misma cosa, para enseñarnos sobre nosotros mismos y nuestros hermanos evolutivos, los animales. A algunos suele molestarles esta comparación, y el lenguaje humano es claro en procurar trazar esa supuesta taxonomía que nos separa de la animalidad. Incluso las ciencias sociales en el siglo XX estuvieron fuertemente marcadas por el culturalismo, o lo que el psicólogo norteamericano Steven Pinker llama el Modelo Estándar de las Ciencias Sociales.

Lo cierto es que entre más adentro miramos, más coincidencias encontramos entre todas las especies vivas. Cosas tan simples como la idéntica metabolización de la glucosa -energía celular- en todas las especies vivas, incluyendo las plantas, no hace más que demostrarnos el origen común que tenemos todos los que habitamos ayer y hoy el planeta tierra. Este origen común nos conduce necesariamente a destinos comunes en los que conocer y reconocer nuestros comportamientos, más allá de juicios morales de buenos o malos, tiene mucho que aportarnos para un futuro que se asoma a la vuelta de la esquina.

*Director C3

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